Categoría de Columnistas: Un refugio en Tiffany's

Si Capote imaginó una Holly Golightly que sólo podía calmar sus miedos en Tiffany’s (“ese silencio, esa atmósfera tan arrogante, en medio de todos esos hombres con los trajes tan elegantes, y ese encantador aroma a plata y a billetero de cocodrilo”), nosotros, al quite, ofrecemos un humilde refugio, una especie de Tiffany’s lleno de páginas donde abonemos la nostalgia y evoquemos los días de tertulias envueltas en humo, bollería artesana, niños revoltosos, casas en el campo, puestas de largo en salones de techos altísimos, damas espectaculares, hombres subyugantes, diálogos llenos de ingenio, bailes, miradas cortejantes, serenos hoteles, aperitivos, cafés, tés y meriendas; reuniones familiares casi eternas, caminatas ante paisajes infinitos, cócteles y besos nocturnos en pulcros jardines, alta costura, tacones de infarto, adolescentes enamoradizos; un refugio donde olvidar por unos instantes que tanto la sofisticación como el casticismo van desapareciendo mientras brindamos una y otra vez por los días felices que nos regalaron y que nunca olvidaremos.