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Como, según advierte Gracián, la queja trae descrédito, no citaré a Paul Morand, aunque me extrañó que de mi artículo sobre la carrera militar de la Princesa de Asturias se centrasen los comentaristas en la anécdota de si utilizo el femenino o el masculino en la caracterización, cuando eran tan importantes las cosas que se dilucidaban. Pero no me quejaré. Sí es curioso lo del femenino. Se usa para María: en la jota de la Virgen del Pilar que se niega a ser francesa y en el soneto de Alberti en que nombran a la Virgen del Carmen Capitana:
Sobre el mar que le da su brazo al río
de mi país, te nombran capitana
de los mares, la voz de la mañana
y la sirena azul de mi navío.
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Me pregunto si lo de «capitana» ha de quedarse en un título mariano exclusivamente o puede extenderse. Como se vio por mi artículo, soy partidario de la extensión cuando hay razones de mucho peso. Digamos que si es un mando militar efectivo encuadrado en la cadena de mando vale «la capitán», pero si se habla de una condición, más que de un oficio, es lógico que lo sea ya sexuada, y sirva «capitana», como si hay un sacramento: la mujer del capitán. Hay que fiarse de la intuición del oído o del instinto del lenguaje. Pero tampoco quiero entretenerme mucho con esto, porque, tanto como la queja, trae descrédito la autodefensa o más.