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Hay un canto popular —aunque de autor conocido: Alberto Arvelo Torrealba— que tiene un inmenso encanto lírico-épico.
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Yo soy como el espinito
que en la sabana florea.
Le doy aroma al que pasa
y espino al que me menea.
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De tanto repetírmelo, pensé corregirlo. ¿No hay una redundancia entre el «espinito» del primer verso y el «espino» del cuarto? ¿No quedaría mejor: «Yo soy como la retama…». Lo probé y el fallo no es necesariamente botánico, sino moral. La magia del «espinito» es que advierte del pinchazo: quien avisa no es traidor.
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En cambio, una copla anónima sí puede admitir una corrección. Veamos:
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Es tu querer como el toro,
donde lo llaman se va;
y el mío es como la piedra,
donde lo ponen se está.
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Lo de la piedra no es especialmente favorecedor. ¿No quedaría mucho más redondo algo así?
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Es tu querer como el toro,
donde lo llaman se va;
y el mío es como Morante,
donde se planta se está.
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La relación toro-torero le da más sensualidad al contraste, me parece a mí. Pero puedo equivocarme, que el cante popular, como vi a tiempo con el espinito, se las sabe todas.
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Hablando de cantes, esta canción de Amancio Prada. Me interesó la letra, que trata de un tópico muy querido de la poesía contemporánea. La busqué. Y resulta que es una columna ya antigua de Manuel Vincent. Amancio Prada también se atreve a incluir muy precisas correcciones, curiosamente.
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Pero a mí lo que me ha hecho ilusión es que ayer no más estuve ponderando si poner este título a mi próxima colección de columnas menos efímeras y políticas: Poesías. Me parece que me atreveré. Lo que exigirá una selección muchísimo más estricta.