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Como no tenía que reflexionar sobre el sentido de mi voto, me he dedicado a repasar la campaña. Ha sido una delicia. Más bien una campiña. Salvo una entrada un tanto dura de un columnista, que tampoco es para tanto, porque, si no me entran al tobillo, hubiese parecido que no estaba en el campo de juego, lo demás ha sido todo positivo. La presentación del acto de cultura mano a mano con Santiago Abascal y bajo la cruz de san Andrés, varios artículos realmente emocionantes y que me han recordado quién debería ser, entrevistas amabilísimas, tantos comentarios privados, muchas conversaciones hondas, el correo que acabo de recibir de un alumno de FP con mi cruz marcada en la papeleta y el escueto mensaje: «Preparando el ejercicio de mañana» y, sobre todo, la compañía, la compaña, de los compañeros de lista y de los voluntarios de Vox, gente abnegada, generosa, valiente y alegre. He aprendido muchísimo de ellos. Yo quería haberme leído el manuel electoral de Quinto Cicerón, por si me servía, pero a eso ya no me ha dado tiempo.