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LO LEÍDO
y lo liado
un blog de enrique garcía-maiquez

Anteayer

Anteayer cenamos siete letraheridos en Madrid. La Gran Peña es impresionante, pero más me impresionó un cocktail casi explosivo: enorme respeto personal a los escritores de los que hablábamos, pero una exigencia altísima, sin que una cosa contaminase a la otra. Tenía el vago recuerdo de que eso lo había visto descrito antes, hasta que un poco tarde recordé quién y dónde: Logan Pearsall Smith, en sus Aforismos a destiempo, precisamente: «Corazones delicados y amables y lenguas que ni una cosa ni la otra: ésa es la compañía más entretenida del mundo». Y ya con L. P. Smith invitado al coloquio en mi memoria, vi qué oportuna era esta observación: «Nada es perfecto en este mundo; y a pesar del ruido que hacen y de sus cuentas corrientes, la complacencia de nuestros pletóricos autores no deja de inquietarse en ciertos momentos, me dicen, sabiendo que hay un grupito, a la vuelta de la esquina, de gente sin importancia, que no se deja impresionar, que se burla, que desprecia». Éramos ese grupito.

Mi autoexigencia crecía inevitablemente con el ambiente, claro. Estoy deseando sumarme a la fiesta del suplemento Ideas que dirige ahora Hughes y que es una fiesta. Había acariciado la idea de hacer una reivindicación de don Diego de Saavedra Fajardo. Los conservadores españoles tendríamos que sacar a Maquiavelo de nuestras estanterías a patadas y levantar un altar político al insigne español que nos lo vuelve innecesario. Pero uno de nuestros letraheridos, Ramón de Meer, se ha marcado una tesis sobre Saavedra de mil y pico páginas. Cuando contrasté mis ideas, superficiales, las matizó y las desbarató a la vez. Eso me encantó, porque aprender es un placer tomista y también porque me evitaba hacer el tonto; pero me entristeció, porque yo estoy ansioso de sumarme a Ideas.

Otra rabia. Javier Rubio Hípola me preguntó por poetas contemporáneos de interés. Y yo, entre Smith y Saavedra, no caí más que en los más obvios. Se me olvidó recomendarle a uno que siempre es una sorpresa: Julio Rodríguez, que tiene esta proclama: «No se entreguen, poetas,/ no caigan en el tedio, no renuncien,/ no bajen la cabeza» que parece escrita para mí. Tiene muchos poemas de amor conyugal excelentes: «[…] Yo solo soy aquel que ves pasar,/ aquel que pasa y, pronto,/ habrá pasado, sí, pero contigo».

Ved, por ejemplo, este poema perfecto para mi soñada antología El vino bueno:

AMOR A VELA Y REMO

Te quiero con coraje, deliberadamente,

con pulso y sin querella,

con el poder sensato que da el experimento

(pues te quiero tras varias tentativas).

Sí, te quiero a pesar de los prudentes

presagios de los libros,

pese a la línea parva de mi palma obstinada,

pese a la lentitud de la conveniencia,

pero al fulgor fibroso de las adolescentes,

pese a todos y a todo

con demencia te quiero, y sin remedio.

                        [Naranjas cada vez que te levantas, Visor, 2008]

Cada mochuelo se fue a su olivo a la hora en la que se retiran los mochuelos, prácticamente.

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