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Qué leer antes de viajar a … Suiza

Pesa sobre Suiza la fama de lugar aburrido. El cínico Harry Lime lo expresaba en El tercer hombre de manera antológica: «En Italia, con los Borgia, hubo mucho terror, guerras y matanzas, pero también fue la época de Miguel Ángel, de Leonardo da Vinci y del Renacimiento. En Suiza hubo quinientos años de amor, de democracia y de paz. ¿Y cuál fue el resultado? ¡El reloj de cuco!». La frase, a pesar de magnífica, es injusta. Y, de todos modos, una cosa es vivir en Suiza, que no sabemos si es aburrido pero sí que extremadamente caro, y otra recorrerla como turista, cosa que también es extremadamente cara pero en absoluto aburrida.

El país de los cantones es destino preferente de turistas atraídos por sus lagos, sus montañas, su estatus cosmopolita y la traza de escritores y viajeros que compusieron grandes obras en Suiza o ambientaron en ella sus tramas. Estas son nuestras siete propuestas:

La montaña mágica, Thomas Mann

Para muchos, es la gran novela no sólo de Thomas Mann sino de la primera mitad del siglo XX. Narra los siete años de convalecencia de Hans Castorp en el Sanatario Internacional Berghof, en los Alpes suizos. El libro se publicó en 1924, pero su gestación se remonta a 1912, cuando Thomas Mann pasó una temporada junto a su esposa en el Sanatorio Wald de la localidad de Davos, con el tiempo famosa por el Foro Económico Mundial que se celebra con carácter anual.

La novela de sanatorio tuvo un auge parejo a la de este tipo de instituciones, que hicieron de Suiza un destino señalado para enfermos, ancianos y turistas de lujo en busca de reposo, clima veraniego suave y aire puro. Las montañas y los pueblitos de los Grisones son el formidable escenario de esta monumental novela en la que se reflexiona sobre el tiempo, el cuerpo y el futuro de Europa.    

Bella del Señor, Albert Cohen

Pocos escritores tan inflamados, tan imaginativos y sensuales en su forma de escribir como Albert Cohen. El inicio de su obra mayor, Bella del Señor, actúa de diapasón para este libro apasionado y apasionante: «Se había apeado del caballo y caminaba por entre avellanos y agavanzos, seguido de los dos caballos que el mozo de cuadra sujetaba por las riendas, caminaba en medio de los crujidos del silencio, desnudo el busto al sol de mediodía, caminaba y sonreía, extraño y principesco, seguro de una victoria».

En Ginebra, la vieja capital calvinista erigida en nodo cosmopolita, seguimos los pasos de Solal, judío y alto funcionario de la Sociedad de Naciones, enamorado de una aristócrata aria casada. El libro, con una prosa cautivadora, atraviesa todos los estadios del amor: del flechazo a los celos, del odio a la culpa. La historia, publicada en los años 80, bebe de los recuerdos de Albert Cohen, que se sumó al Bureau Internacional du Travail en 1926. Cohen nunca abandonó a Solal, protagonista de otras de sus excelentes novelas.

Guillermo Tell, Friedrich Schiller

La de Guillermo Tell es la leyenda fundacional de Suiza. Su existencia no está documentada pero la tradición ha asentado el mito del ballestero de infalible puntería. Altdorf, en el cantón germanoparlante de Uri, es la localidad en la que se desarrollaron los acontecimientos en torno a Guillermo Tell, que es recordado no obstante a través de placas y monumentos a lo largo de todo el país.

El poeta alemán Friedrich Schiller encontró en el héroe suizo material de mimbres románticos en un tiempo en que se estaba afirmando el concepto de nación. En 1804 publicó su famoso drama en cinco actos y en verso, que Rossini llevaría a la ópera un cuarto de siglo después.

El paseo, Robert Walser

La flânerie es una suerte de turismo de interior. El flâneur camina y observa su propia ciudad como si su ciudad no fuese suya y él fuera un mero visitante puntual. No hay en este libro mayor trama que la Robert Walser, viajero en casa, señala al principio: «Declaro que una hermosa mañana, ya no sé exactamente a qué hora, como me vino en gana dar un paseo, me planté el sombrero en la cabeza, abandoné el cuarto de los escritos o de los espíritus, y bajé la escalera para salir a buen paso a la calle».

Se supone que el famoso paseo de Walser descrito en este libro imperdible de 1917 se desarrolla en la ciudad de Berna, aunque nunca se la nombre. Walser, nacido en Biel, vivió en la capital del cantón homónimo, como en tantas otras ciudades centroeuropeas antes de pasar los últimos 23 años de su vida en un sanatorio en Herisau.

Frankenstein, Mary Shelley

La novela de Mary Shelley, una de las narraciones de fantasía y terror más importantes de la historia de la literatura, está doblemente ligada a Suiza. Por un lado, Víctor Frankenstein, el estudiante de medicina que da vida a un «ser demoníaco», se refugia en Ginebra, su ciudad natal, tras la fuga de su criatura. Por otra parte, la propia novela fue concebida en el país de los cantones.

Mary Shelley la ideó en 1816, en Villa Diodati, junto al lago Leman, donde pasó el verano junto a su esposo Percy Bysshe Shelley, Lord Byron y el doctor John Polidori. En aquel frío estío (se le conoció como «el año sin verano» debido a los efectos del volcán Tambora), los veraneantes se retaron a un duelo de fantasías. Polidori engendró otro clásico del género, El vampiro

Castellio contra Calvino, Stefan Zweig

Fuera de la narrativa de ficción, este breve ensayo de Stefan Zweig es un buen condimento para tomar el pulso al país y su pasado calvinista. El autor austríaco se manifestó contra los totalitarismos a través de la dicotomía entre Sebastian Castellio y Juan Calvino. El segundo, reformador de la Iglesia, se estableció como dictador político y moral en Ginebra, mientras que el primero se erigió en defensor de la libertad de pensamiento y expresión desde la ciudad de Basilea.

El ajusticiamiento del español Miguel Servet a manos de los calvinistas, desató una campaña por parte de Castellio, quien se jugó la vida y la reputación en favor de la tolerancia. Zweig desmenuza las actitudes de sus dos personajes principales y se alinea con las proclamas del pensador de Basilea: «Cuando los ginebrinos mataron a Servet, no defendieron una doctrina; mataron a un hombre», dijo Castellio.

Heidi, Johanna Spyri

Para muchos, la imagen de los valles alpinos está indisociablemente ligada a una niña y su abuelo. La serie de dibujos animados de los años 70 hizo mundialmente conocida a Heidi, la huérfana de mejillas sonrosadas que se deja rodar por los prados junto a su san bernardo. Pero el popular anime bebe de un cuento infantil de 1880 de la escritora Johanna Spyri. Su relato arranca así: «Desde la risueña y antigua ciudad de Maienfeld parte un sendero que, entre verdes campos y tupidos bosques, llega hasta el pie de los Alpes majestuosos, que dominan aquella parte del valle. Desde allí, el sendero empieza a subir hasta la cima de las montañas a través de prados de pastos y olorosas hierbas que abundan en tan elevadas tierras».

El relato ha tenido numerosas ediciones, traducciones y versiones, ya sean cinematográficas, televisivas o ilustradas. 

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