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Qué leer antes de viajar a… París (II)

Caminar por París es seguirle el rastro a la mejor literatura universal. A día de hoy incluso existen itinerarios turísticos ad hoc. Sobre el asfalto de la ciudad se inscriben, de manera más o menos evidente, las huellas de cuantos escritores aspiraron a la gloria en la ciudad que fue el corazón cultural de Europa. En avenidas, en cafés, en apartamentos es posible encontrarse con estos fantasmas pegados a una estilográfica.

La literatura en torno a París se ha enriquecido no sólo con el genio de autores franceses que traspasaron las fronteras sino de extranjeros que encontraron en la capital del Sena el molde perfecto para sus historias. Muchos de ellos aspiraron a la novela total y algunos se quedaron cerca. En otra entrada, hablamos de las novelas cortas ambientadas en París; en este caso, metemos manos a los novelones, las grandes obras que trascurren en esta ciudad imprescindible.

Rayuela, Julio Cortázar

«¿Encontraría a la Maga? Tantas veces me había bastado asomarme, viniendo por la rue de Seine, al arco que da al Quai de Conti, y apenas la luz de ceniza y olivo que flota sobre el río me dejaba distinguir las formas, ya su silueta delgada se inscribía en el Pont des Arts, a veces andando de un lado a otro, a veces detenida en el pretil de hierro, inclinada sobre el agua».

Así, como una indagación y una persecución amorosa por todo París, arranca la novela más famosa de Julio Cortázar, publicada en 1963 y convertida desde entonces en un imprescindible. La gran ciudad es el acerado sobre el que se dibuja este itinerario lúdico, con dos posibles versiones de lectura, del escritor argentino radicado en Francia.

Los miserables, Víctor Hugo

Los miserables fue, más que una novela, un acontecimiento. Es quizás la gran novela de París, sobre París, junto con la también archi-famosa Nuestra señora de París, que popularizó a Quasimodo. Llevada al cine, al teatro, a la ópera, esta monumental obra que abarca desde la caída de Napoleón al ascenso al trono de Luis Felipe, comienza en provincias pero se desarrolla en su mayoría en la capital francesa, en los bajos fondos principalmente.

La supervivencia y la utopía son los móviles de personajes antológicos como Jean Valjean, Cosette o Fantine.

Trópico de Cáncer, Henry Miller

Los expatriados, y en especial los norteamericanos, han hecho mucho por la imagen literaria de París. Piénsese, por ejemplo, en los grandes autores de la Generación Perdida como Francis Scott Fitzgerald y Ernest Hemingway. Henry Miller fue contemporáneo de ellos, pero se le suele considerar más bien precursor de la siguiente hornada, la Generación Beat.

Siempre controvertido, Miller dio un puñetazo en la mesa de novedades en 1934 con su primera novela, una obra que hoy llamaríamos de autoficción en la que resaltaban sus andanzas bohemias y sexuales por el París de entreguerras. “Ahora es el otoño de mi segundo año en París. Me enviaron aquí por una razón que aún no he podido descubrir. No tengo dinero ni recursos ni esperanzas. Soy el hombre más feliz del mundo”, se lee al inicio de esta novela que estuvo censurada hasta los años 60 en Estados Unidos.

El tío Goriot, Honoré de Balzac

Honoré de Balzac es probablemente el mayor “cirujano” de Francia y del París del XIX. Con su ojo clínico y su escalpelo diseccionó a la naciente sociedad burguesa, sus grandes esperanzas y sus pequeñas miserias. Elegir una sola novela de Balzac ambientada en París no es tarea fácil. Pero El tío Goriot, publicada en 1935, pasa por ser una de sus obras más conocidas y leídas.

La acción se desarrolla en una modesta pensión parisina con ocho inquilinos, entre ellos el señor venido a menos que da título al libro y, cómo no, el joven arribista Eugène de Rastignac, uno de los personajes capitales de La comedia humana, la colección de casi 90 novelas en las que el genio francés atrapó todos los condimentos de su tiempo.

Por el camino de Swann, Marcel Proust

Aunque el famoso arranque del primer volumen de En busca del tiempo perdido («Mucho tiempo he estado acostándome temprano»), con la célebre evocación de la infancia a través de la magdalena, transcurre en Cambray, trasunto de Illiers, su núcleo central tiene a París, sus calles, sus cafés y sus salones, como eje.

Allí es donde se desarrollan los amores y los celos de Charles Swann por Odette. «Nuestra personalidad social es una creación del pensamiento de los demás», escribe Proust en esta obra que desmenuza la vida galante parisina. Proust nació y murió en la capital, que aparece frecuentemente, junto a otras localidades de provincias, en su gran obra dividida en siete títulos. 

La educación sentimental, Gustav Flaubert

El ascenso de la burguesía y los nuevos códigos morales asociados a ella dio a la literatura francesa una relevancia internacional. La novela realista encontró acomodo en París y autores como Stendhal, Flaubert o Maupassant retrataron las ansias de ascenso social de jóvenes provincianos en la gran urbe.

En La educación sentimental, Frédéric Moreau frecuentará la casa del señor Arnoux en el París del siglo XIX, a las puertas de la revolución del 48, para estar cerca de su esposa, la mujer de la que ha caído enamorado. Una mujer que resume su deseo de afianzarse en la vida parisina, de medrar en una sociedad en la que el dinero ya manda sobre cualquier otro referente. 

Suite francesa, Irène Némirovsky

París, la ciudad de la luz, de la libertad, vivió sus horas más bajas con la caída de Francia frente a los nazis. Los alemanes llegaron a la capital a mesa puesta mientras sus habitantes hacían las maletas. Existen numerosas crónicas sobre aquellos días extraños. Suite francesa tiene la peculiaridad de ser prácticamente la primera de ellas.

Némirovsky, que no llegó a completar la novela y murió en 1942 en Auschwitz, narra en la primera parte de esta obra, escrita al tiempo en que sucedían los hechos, la desbandada de los parisinos. Una huida en la que quedan patentes, a través de distintas voces, las profundas diferencias sociales de la capital.    

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