Escritor, católico y espía, a Graham Greene deberían haberle dado tres nombres distintos, para poder saber de quién estamos hablando en cada ocasión, y es que cada una de esas tres condiciones tiene su propio retrato. Y ni siquiera guardan parecido entre sí.
Escritor lo fue siempre, incluso cuando empezó a trabajar en el Team’s como editorialista se excusaba a sí mismo diciendo: sé que Chesterton y Belloc también habían escrito en prensa, constatando así que tenía clara la vocación y los maestros elegidos. Ya antes había colaborado en algún periódico, haciendo crítica de cine, y allí tuvo la ocurrencia de comparar la admiración que sentían muchos fans por una actriz, con «la adoración que profesan los católicos por la virgen María».
Greene: católico
Una jovencita animosa, poetisa y conversadora, decidió escribir al crítico para sacarle de su error, aclarándole que los católicos no adoraban a la virgen María, que ese verbo estaba reservado únicamente a Dios. La pequeña lección teológica despertó la curiosidad de Greene, hasta entonces ateo dogmático, y acabó con su conversión al catolicismo y a la vez con su soltería, porque la meticulosa lectora que le había corregido se convertiría también en su esposa. Desde entonces su literatura queda marcadisima por la religión, aunque no siempre de forma ortodoxa, incluso alguna de sus novelas es desaconsejada desde el Vaticano. Y es que Greene nunca fue un escritor católico, era un católico que escribía, llevando a sus novelas sus dudas, sus angustias, sus contradicciones y hasta el escepticismo que nunca pudo dejar atrás del todo, el que le haría definirse en alguna ocasión como un ateo católico.No es extraño que eligiera al incrédulo Tomás como patrón de su ceremonia de acogimiento en la iglesia.
En su siglo, tan dividido, daba a entender que quizá el socialismo estaba más cerca del proyecto evangélico, por su aparente preocupación por los parias. Coqueteó con el castrismo y con Ho Chi min. Y le hacía guiños a la Unión Soviética. Antes, estudiando en Oxford, se había afiliado al Partido Comunista, y hasta resulta curioso que de niño, cuando decidió suicidarse en un colegio que le atormentaba, eligiera como método la ruleta rusa.
Afortunadamente el percutor del revólver golpeó una recámara vacía, pero del susto que se llevaron sus padres acabó el pobre escolar y aún falta por añadir al retrato el tercer hombre que habitaba en Greene, el que quizá lo explica todo: estas pinceladas, más oscuras, le dibujan como agente del servicio de espionaje británico.
Greene: espía
Fue reclutado durante la segunda guerra mundial y su mentor, con el tiempo,resultó ser uno de los más famosos agentes dobles de la guerra fría. Es decir, que le introdujo en el mundo de James Bond un tipo que estaba a sueldo de los rusos. Vaya tela.
Al juntarlo todo resulta imposible bucear en un alma donde al mismo tiempo habita una fuerte inclinación religiosa acosada por el escepticismo, la de por sí turbulenta pulsión del escritor, y encima un juego absurdo y sucio de espías y tradiciones, donde nada es lo que parece y la confianza no existe.
De hecho el gran novelista Evelyn Waugh, opinaba confidencialmente que «Greene está de nuestro lado.Su aparente entusiasmo por la URSS es solo un disfraz «.
Es probable, porque Waugh conocía a fondo a su colega, con quien se carteaba a menudo. Incluso no hace mucho se ha sabido que Greene continuó enviando informes a los servicios de inteligencia británicos hasta muy poco antes de su muerte, desde su retiro en Suiza.
Lo que no parece una fachada es su amistad- en esa postrer época- con el sacerdote español Leopoldo Durán, que le administró los últimos sacramentos, tal y como el escritor había deseado. Parece que sí tenía claro la posibilidad de la redención, como Pinkie, -el mafioso de su novela “Brighton Rock”-, que no puedo olvidar que «un acto de contrición perfecto en el momento de la muerte perdona todos los pecados «.
Su mejor novela
Mención especial merece su novela «El final del affaire» recientemente publicado por Libros del Asteroide (pincha aquí para ver su booktrailer), también tiene película famosa, pero es malísima. El libro es fácil de leer y difícil de olvidar.