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¡Intente usted enamorarse en prosa!

“Vosotros queréis la fama, pero la fama cuesta”. De algo me tiene que servir tanta cultura televisiva. Ha sido leer Correo Literario, de Wislawa Szymborska  y aparecer en mi mente  la implacable profesora de Fama. Debbie Allen, la tía la vara, te removía tus cimientos interiores contra el suelo con aquel bastón y Wislawa Szymborska a golpe de palabras y de verdades como puños. Quien dice bastón dice agarrarte por las solapas y zarandearte sin remisión apretándote las clavijas a base de ironía, sarcasmo y también una pizquita de misericordia, para que no os durmáis en los laureles. Vosotros lo habéis querido. A quién se le ocurre ser escritor. Y encima si puede ser de éxito, mejor. Pero hombre, que lo de cuajar como un escritorazo no depende de vosotros, pertenece a la posteridad, al tiempo que pone a cada uno en su sitio. Conformaos con aquello que decía el poeta “si no cumplió grandes obras,  murió por acometerlas”. Oiga, que hay personas que nacen con talento para esto de juntar palabras y otras que no, así que entendida cada sugerencia de la Szymborska. Mirad, a falta de talento prefiero salir a la calle a lo Beau Brummell con aquello de “un caballero elegante sólo puede salir a la calle con una de estas dos cosas en la mano: o un libro o un melón maduro”. Si ya lo dice Ray Loriga, ahora que “a muchos nos publican cualquier cosa y otros se matan por publicar”, a falta de melones, que ya no es la época, llevaré bajo el brazo el libro que hoy me trae ante vosotros, que algo me hará.

No sea pedante

Muchos decís que tenéis miedo a la página en blanco, cuando en realidad a lo que debéis temer es a quedaros muy lejos de vuestras primigenias intenciones. ¿Veis? ¡Primigenias! No seáis pedantes, sobre todo. Pensad y tened misericordia con el lector que se ha parado a leeros, una obra sólo vive cada vez que un lector abre ese libro: “En apenas tres versos ha utilizado usted más palabras grandilocuentes de las que utilizaría en nuestros días ningún verdadero poeta en una larga vida. Palabras como patria, verdad, libertad, justicia, tienen su precio. Corre en ellas auténtica sangre que no ha lugar imitar con tinta. Si alguien no es capaz  de unir esas palabras con una reflexión particular, mejor dejarlas para más adelante”. Y diréis ¿a cuento de qué tanto pseudoconsejo? A propósito de Correo Literario (reitero) o cómo llegar a ser  (o no llegar a ser) escritor, de Wislawa Szymborska , un libro dividido en diez partes que giran en torno a 20 respuestas cada una, excepto la última que recoge 43 contestaciones a cual con más desbordante sentido del humor y basado en el consultorio de escritores que la autora llevo durante años en la revista Vida Literaria. Echando mano, en ocasiones, de aventuras; otras, de amores y asuntos domésticos. Atinada, sin rodeos, con toda la mala milk del mundo -“suspiro a ser poetisa”, le dice una lectora. Respuesta: “Aquí yo gimo a ser redactor”-; pero incluso mucho más entretenido, en ocasiones, y acertado que una comedia de costumbres, que ya quisieran muchos canales de televisión. ¡Oh, amigo escritor! Algunas reflexiones le dejarán sumido en la perplejidad, sin la tontería esa de la vanidad -Baska escribe este mensaje, “mi novio dice que soy demasiado guapa para escribir buena poesía ¿qué piensan de los poemas que adjunto?” Respuesta: pensamos que es usted efectivamente una chica muy guapa”-. O aconsejarle a otro incauto “¡intente usted enamorarse en prosa!”, eso sí, la base es el respeto por la literatura y el buen hacer. Leí en una ocasión a Mark Haddon –El hundimiento del muelle– que si la historia que estás escribiendo no es más entretenida que lo que has leído ese día en el periódico o visto en la tele, olvídate, mejor tíralo y empieza de nuevo… La idea inicial de Correo Literario era que los aspirantes a escritores enviaran su trabajo y recibieran consejos útiles. Hace falta valor, hace falta valor, que cantaba Radio Futura. Les animaba a que reflexionaran sobre el texto recién escrito, a que fueran mínimamente críticos consigo mismos. Y lo más importante, los animaba a leer libros  -“igual soy una ilusa, pero espero q algunos de ellos hayan conservado esa maravillosa costumbre toda la vida”-. Miren, básicamente, Szymborska les aconsejaba que dejaran de escribir y destruyeran todo su trabajo.

Ante todo, controle

Los lectores creían enviar textos ocurrentes, originales, divertidos y que éstos les encumbrarían a la fama. La premio Nobel  les bajaba de la nube y les decía que controlaran, que lo más probable es que el fracaso sea una sombra inevitable y que la vida es una broma literaria ridícula. Pero había lectores emperrados -“o me dan cierta esperanza –por mínima que sea- de ser publicado, o si no, al menos, consuélenme…”-. No era nada raro que le llegaran cartas amenazantes -“dígame, por favor, si mis textos tienen algún valor, porque si no, los dejo inmediatamente, los rompo, los tiro, abandono mis sueños de gloria, sufriré lo indecible, perderé la fe en mí mismo, me hundiré, me daré a la bebida, dejaré de creer en el sentido de la vida…” Menuda encrucijada. Cualquier cosa que le dijera Szymborska podría resultar  un peligro que ponía en bandeja la tragedia en la vida del lector. Si le decía que era bueno teníamos ya un escritor endiosado y si le decía que le diera más vueltas, a saber qué cosas terribles rondarían por su cabeza…

No se ofenda

Y algunos encima se enfadaban cuando les decía su opinión. Pues si sabes cómo me voy a poner para qué preguntas: “Ha considerado usted nuestra respuesta una ofensa personal. Sin ningún motivo. ¿Acaso es una afrenta decirle a un rubio que no es moreno, si encima es él mismo quien lo pregunta?”.  Estamos y continuamos sumidos en el caos. Los consejos son así, paródicos y a la vez totalmente serios -“¿despiadada? Cuando fui realmente despiadada fue cuando alguien que decía ser maestro de escuela nos escribió adición con s”-. Toda una tragicomedia. Hundidos en un esperpento. Una historia siempre ha tratado de la vida y de los placeres mundanos y por ahí habrá que buscar la esencia, que es la nos puede ayudar a entender momentos como éste. Al final, la idea, si usted tiene talento, se irá ligando solita a trazos como la masa de ese Roscón de Reyes. No en vano la literatura es parte de la vida: “Todo el mundo quiere destacar por algo, existir por méritos propios. No había demasiadas posibilidades de elección. La mejor parecía  ver impreso el nombre de uno”…Hoy basta para existir con aparecer en la televisión.

Su mejor compañía: una papelera

Y recuerde: el mejor objeto de compañía es su papelera y un buen diccionario de gramática de la lengua. A Kar. M. Sedziszów le quedó clarito, “qué suerte tienen los médicos, siempre pueden recetar alguna pastilla. En la empresa farmacéutica polaca todavía no han inventado nada. Así que le recomendamos la gramática de la lengua tres veces al día, después de desayuno, comida y cena”. Si les ha parecido todo lo expuesto una consultoría con un carácter huraño, de esas que no se casan con nadie y que cualquier ser apocado debería abstenerse de un arrebato irrefrenable a la hora de mandar sus escritos, asúmalo, es la vida, pocos son los sueños que se cumplen con un final feliz. Así que, si ha salvado la crítica de una Wislawa Szymborska en su vida, equípese de todo un arsenal de ironía porque aún puede recibir a otra más despiadada, y encima con un ingenio aún más mordaz, si se obceca en escribir: “Haber tenido mala prensa en el colegio no es razón para publicar un libro”, palabra de mi misántropa preferida, Fran Lebowitz.

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