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Flannery O´Connor: La receta de los Cuentos Completos

Empecemos diciendo lo obvio y por tanto, soltando presión. El mejor blog en español sobre Flannery O’Connor es el de Ángel Ruiz. Así pues, si ustedes desean opinión autorizada, documentos inéditos y ampliar cualquier tipo de información sobre la autora es a él a quien deben de acudir.

Una vez dicho esto, les voy a hablar de un libro de cuentos a través de una receta de cocina y centrándome en uno sólo de los relatos, aunque, como descubrirán más adelante, la temática es recurrente en el imaginario de la escritora.

En este caso, ni la autora seleccionada, la estadounidense Flannery O´Connor (Savannah, 1925) ni yo, nos andamos por las ramas. He escogido el cuento titulado «El pavo» para inspirarme en mi receta de Pavo al brandy: Pavo «No iba a salir y me lié» acompañado de «una buena castaña».

Receta literaria

INGREDIENTES: 1 pavo/ 1 vasito de brandy/ Vino oloroso seco/ Aceite de oliva virgen extra/ Manteca blanca de cerdo/ Cebollas rojas y blancas/ Manzanas Golden/ Dátiles/ Panceta o bacon/ Ciruelas pasas/ Uvas/ Orejones/ Piñones.

Acompañamiento: Puré de castañas. 1 kilo de castañas/ 220 ml de leche/ 90 g de mantequilla/ pizca de sal

ELABORACIÓN: Necesitaremos, para empezar, una jeringuilla (de 5 ml por ejemplo) comprada en una farmacia. En el momento de la compra es conveniente compartir la receta con el farmacéutico.

La noche anterior a la elaboración y degustación de la receta, nos hemos de llevar al pavo de marcha; es decir, lo colocamos en una bandeja de horno, forrada con papel de aluminio, ponemos un vasito (de los de vino) con brandy y con la jeringuilla vamos inyectando el espirituoso al ave. Insistimos en la zona de las pechugas, que suele ser la más seca. Cuando lo tengamos ya achispadillo, salpimentamos, cubrimos con papel de plata y lo guardamos en la nevera, a dormir la mona, toda la noche.

Al día siguiente pelamos y troceamos las frutas y la cebolla. Cortamos tiras de panceta y envolvemos con ella los dátiles (mejor si no tienen hueso). Embadurnamos al pavo con una pequeña cantidad de manteca de cerdo, para ayudar a que se dore y lo rellenamos con la cebolla, manzanas, dátiles, ciruelas, pasas…podemos elegir las frutas de nuestro agrado. Esparcimos las que nos sobren por la bandeja. Aliñamos con un poquito de aove y añadimos los piñones. Metemos el pavo al horno precalentado y lo mantenemos durante hora-hora y media (dependerá del horno y del tamaño del pavo) a 180 grados. Pasado ese tiempo se saca, se le da la vuelta, se riega con un vasito de vino oloroso seco, aceite de oliva y se vuelve a salpimentar.

De vuelta al horno a temperatura máxima, con el grill, durante 15 o 20 minutos.

Para acompañar podemos hacer un puré de castaña, en clara alusión al estado etílico del pavo.

Cocemos las castañas en agua con sal durante 20 minutos. Cuando estén templaditas aún las pelamos. En un bol, trituramos las castañas con la leche caliente. A mitad del proceso, incorporamos la mantequilla caliente y una pizca de sal y acabamos de triturar cuando adquiera consistencia de puré. Se puede añadir más leche o nata si fuera necesario.

El gótico sureño

O´Connor, junto a William Faulkner y Carson McCullers, se erige en representación de lo que se ha dado en llamar el «gótico sureño», que se caracteriza por personajes grotescos, ausencia de sentimentalismo y un estilo altamente simbólico. Sin embargo, la escritora, profundamente católica en un sur radicalmente protestante, no presenta a sus personajes como tipos esperpénticos y oscuros sino que se vale de ellos para mostrar lo inesperado de la Gracia y lo redentor del sufrimiento. En el cuento de «El Pavo» un niño trata de cazar un pavo salvaje, que escapa, inasible, con un deambular errático, se diría que etílico- de ahí mi receta- en ocasiones. Finalmente, el pavo es abatido por un cazador y el niño lo carga, cual trofeo, de camino a casa. Durante el cuento establece un monólogo dirigido a Dios, a veces, suplicante, otras, blasfemo. Cuando está a punto de conseguir la entrada triunfal en su hogar, unos muchachos, maleantes del pueblo, se lo arrebatan. El niño queda desolado, ensangrentado por los golpes sufridos en la persecución del pavo y con las manos vacías. Según algunas interpretaciones, en ese cuento es Dios quien toma la figura del pavo. Aquí, como en muchos de sus relatos, Dios no es una intuición de la mente o el espíritu, sino un dato de la experiencia. El niño no es un personaje extravagante o marginado, con cierta comicidad como nos tiene acostumbrados O’Connor, sino una representación de nuestro propio corazón.

La figura del pavo está presente en gran parte de la obra de Flannery O’Connor («El rey de las aves», «Un hombre bueno es difícil de encontrar», «La persona desplazada»), pero también a lo largo de su vida. De hecho, se tiene constancia de su aparición en la televisión a una temprana edad por haber sido la primera persona que había enseñado a andar hacia atrás a un pavo (otras fuentes señalan que era una gallina). En cualquier caso, en su granja «Andalucía» en Georgia vivió siempre rodeada de pavos y siendo niña manifestó:»Quiero tener tantos pavos que cada vez que salga por la puerta me tropiece con uno».

El escritor Gustavo Martín Garzo escribe al respecto en una reseña sobre la obra de O’Connor: La literatura […] es el jardín en que los pavos reales nos entregan altivos sus ojos. Son esos ojos que, al abrirse en sus colas, nos dicen que en el corazón de lo real viven siempre los sueños.

El estilo de la escritora sureña, muerta- ella nunca diría «fallecida»- por lupus a los 39 años, es poderoso, dramático, grotesco, cómico, redentor. Es muy probable que sea necesario vencer una absoluta falta de sintonía si se adentran en su obra por primera vez, siquiera con un cuento de pocas páginas. Una vez, fascinada, comenté a García-Máiquez que “costaba un poco entrar”, él, sabio, me contestó: Cuesta más salir. Enrique García-Máiquez reseñó hace un tiempo para Nueva Revista el Diario de Oración de Flannery O´Connor. Sin duda, es por donde yo empezaría. Y después para beber a sorbos, para respirar entre metáfora y desgracia, sus Cuentos Completos. El director John Huston, que llevó al cine la novela de O´Connor, Sangre Sabia, también era consciente de la dificultad para ser atrapado en el universo de la escritora sureña llegando a declarar: “Nada me haría más feliz que que esta película consiga aceptación popular y rinda beneficios. Demostraría algo. No estoy seguro de qué, pero algo…”

En efecto, estamos ante una de las grandes escritoras norteamericanas del siglo XX, pero no nos lo va a poner fácil. En su entorno sorprendía que no tratase los temas que se le suponían de interés a una señorita de clase bien sureña. Me cuenta Ángel Ruiz que cuando Evelyn Waugh leyó su primera novela, comentó: “Si realmente es el trabajo realizado sin ayuda por una -joven- señorita, es un trabajo notable”. La madre de Flannery puso el grito en el cielo: ¿Está insinuando que no eres una señorita?

En el volumen de Cuentos Completos es la primera recopilación que se hace en España de cuentos y relatos (algunos aparecidos en prensa o revistas en su día) de la escritora. Contiene un auténtico desfile de personajes estrambóticos, de fealdad, de criminales, de niños que parecen poseídos, de situaciones inverosímiles, de idiotas… y el lector siempre descubre que está de parte de ellos. Y con razón, porque O’Connor nunca les deja sin posibilidades, no cierra su camino con barricadas, antes bien les señala un rendija por la que entra un poco de luz. Por añadidura, es capaz de hacernos reír en medio del esperpento y la depravación.

Los mediocres se escandalizan ante la cruda realidad, ante los a veces desdibujados límites del bien y del mal, ante la fealdad que siempre acaba redimida. Es, por tanto, su decisión: la de hacer el esfuerzo para adentrarse en una literatura a priori “hostil” y la de saber que, luego, quedarán retenidos.

 

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