Había empezado a tomar algunas notas para este artículo, cuando me llegó la triste noticia de la muerte de Antonio Escohotado. Allá por el 99, pasaba unos meses de verano en Valladolid, que es una manera como otra cualquiera de hacerse al punto, cuando lo llamé, porque era el profesor titular de Filosofía y Metodología de las Ciencias Sociales en la UNED. Estábamos en época de revisión de calificaciones, aunque mi llamada nada tenía que ver con mi examen, que lucía un bello notable. Antonio, al otro lado del teléfono, cordial y dicharachero, coligió que yo le llamaba para tratar de que me subiese la calificación. Como siempre me ha parecido un poco ordinario solicitar algo así, traté de convencerle de que solo tenía ganas de charlar con él, a lo que siguió su insistencia en que le solicitara formalmente una subida de nota, algo a lo que accedí. Y así, entre alabanzas al examen que había realizado –y que me consta que se había leído justo antes de recibir mi llamada-, me subió al sobresaliente, y ya entonces pudimos conversar unos minutos. Sonrío al evocar esta minúscula nadería porque creo que, a menudo, en estos detalles insignificantes, es en donde asoma la generosidad intelectual y moral que define a una persona.
Durante los últimos meses, gran suerte la mía, hemos estado compartiendo tribunas en el diario madridista La Galerna, y he podido disfrutar más aún de la belleza de la prosa de un gran intelectual, hablando de algo tan mundano como el fútbol. Del semillero de La Galerna surge el libro que acaba de salir, La Forja de la Gloria, escrito mano a mano junto al director de la revista merengue, Jesús Bengoechea. Me lo he leído de un tirón, resbalando con igual solaz por las partes que firma Antonio Escohotado como en las páginas que firma Jesús.
En la Breve historia del campeón más laureado, el filósofo entremezcla sus recuerdos de niñez con el relato del nacimiento del Real Madrid, señalando que muchos olvidan que fue fundado por los hermanos catalanes Juan y Carlos Padrós. Pero lo admirable de esta obra, como en buena parte de la bibliografía de Escohotado, es que no se limita a su objeto principal. Así, desliza extraordinarias reflexiones sobre política con la facilidad con la que parece marcar los goles Vinicius. En una de las más inspiradas, a cuenta de que, a partir de los años 50, con la llegada de los éxitos deportivos del Real Madrid, los marxistas convirtieron el club en un símbolo del capitalismo, Escohotado detecta que, aunque el marxismo “iba perdiendo su apuesta en la esfera material, mantenía, e incluso incrementaba, su prestigio en la universidad y en los medios de comunicación”.
También entra el filósofo en el tópico de los eternos rivales del Madrid, siempre pendientes de lo que ocurra en la capital, para señalar que “tales adversarios animan y honran –contando con su propia calidad excepcional, tan concentrada en superar a los blancos-, sin dejar de ser secretos admiradores de su saga, y que gracias al concurso de lo uno y lo otro España lleva casi dos tercios de siglo siendo escenario del mejor fútbol mundial”.
Por su parte, Jesús Bengoechea, con agilísima prosa, apuntala con datos y anécdotas las tesis que Escohotado desgrana en la primera mitad del libro, relatando desde la “accidental” llegada de Bernabéu a la presidencia, desmontando la leyenda negra del fichaje de Di Stéfano y, como uno de los mayores conocedores de la marcha del club, adelantando un inteligente plan para que el Real Madrid siga liderando el mundo del fútbol en el futuro, superando la presente época de metamorfosis de todo el sector, es decir, la crisis del fútbol tal y como la anunció meses atrás Florentino Pérez, quien –a propósito- posa en la contraportada con el genial filósofo madrileño.
En el magistral capítulo Manifiesto madridista, que escribe Jorge Escohotado basándose en las crónicas que su padre firmaba en La Galerna, se explica entre otras cosas la peculiar relación del Real Madrid con el éxito. “Los antiguos griegos representaban la memoria como una vasija agujereada, e incapaz por lo mismo de colmarse a largo plazo, aunque –incluso así- divina por ensartar las cuentas en otro caso sueltas del ayer”, escribe, “las cuentas de este club con el ayer son sencillamente las mejores del planeta” y “eso explica que sus seguidores sean, en parte, como los hinchas de otros equipos y, en parte, exigentes de verdad”.
He comenzado señalando que mi diminuta anécdota con Antonio Escohotado es de las que definen los grandes rasgos de una persona, y creo que, ahora que honramos su memoria, este recién publicado La forja de la gloria, que a algunos parecerá mínimo en el cómputo de su obra, es uno de los mejores medidores de la talla del intelectual que fue. Escribir bien sobre arduos conceptos filosóficos lo hace cualquiera, lo jodido es escribir sobre el Real Madrid y no parecer un hincha más.