Una vez denunció Dave Barry que “pase lo que pase, alguien encontrará la manera de tomárselo en serio”, y desde entonces ha luchado por no caer en la tentación del aburrimiento. Nacido en 1947 en Armonk, Nueva York, es uno de los autores más divertidos de la historia, y el hecho de que no haya más libros suyos traducidos al español solo demuestra la extraña reverencia de nuestra industria editorial por los escritores coñazo. Se ha extendido la peor de las premisas: si quieres llamar la atención de un editor, sé extremadamente aburrido. Eso, y consigue miles de seguidores en Instagram, que es hoy el principal indicador de calidad literaria. La consecuencia es que buena parte de los lanzamientos editoriales de hoy se sustentan en letras densas y escotes pronunciados. Todo son risas hasta el que autor resulta ser tío.
Tiene Dave Barry el mérito de ser el único escritor humorista que ha recibido un Pulitzer. Y aunque se lo dieron en 1988, ha tenido la bondad de no convertirse en un tipo serio y solemne, de esos que creen que deben salvar el planeta con cada nuevo libro. Para ser justos, las cosas que escribe no sirven para nada. Eso es exactamente lo que lo vuelve fascinante. Estamos rodeados de gente obsesionada con hacer cosas de provecho y ocupar la primera plana de los periódicos. Y luego está Dave Barry, cuya principal aportación a la Humanidad es una concienzuda recopilación de noticias sobre cosas que han explotado inesperadamente: vacas, caracoles, bolígrafos, váteres, o estómagos humanos.
Él ve las cosas de otra manera. “El mundo se ha vuelto tan aterrador (todos los días se lee una estadística como ‘Tres de cada cinco estadounidenses tienen demasiado aluminio en la sangre’) que la gente no puede soportarlo más”, dijo en una ocasión, “así que realmente les gusta leer algo que no solo sea divertido, sino también estúpido. Que un periódico le pague a alguien por escribir una columna sobre la explosión de una carpa es muy tranquilizador”.
Sin ser psiquiatra, conoce la mente humana mejor que nadie. Eso le permite darte en la diana: “Es un hecho científico que su cuerpo no absorberá el colesterol si lo toma del plato de otra persona”. Y ha dedicado varios libros a la figura de los padres. He aquí una de sus más célebres observaciones: “no importa en qué etapa se encuentre tu hijo, los padres que tienen hijos mayores siempre te dirán que la siguiente etapa es peor”.
Especializado en libros de viajes, más de una vez ha explicado cómo progresar en ciertos idiomas, como el japonés: “el método recomendado por los expertos es nacer como bebé japonés y criarte en una familia japonesa, en Japón. E incluso entonces, no es fácil”. A menudo se han infravalorado sus descubrimientos etimológicos: “La palabra aeróbico proviene de dos palabras griegas: aero, que significa capacidad para, y bico, que significa soportar un aburrimiento tremendo”.
En Maduraré cuando me muera firmó algo que confundiría a Pedro Sánchez: “Hay personas que insisten en que se les trate como doctores porque tienen un doctorado, como si estos títulos reflejaran un logro importante, en lugar de una renuencia a abandonar la universidad”. En realidad, en varias ocasiones alanceó al academicismo sibarita, incluso contra su propio tejado: “Gracias a mi sólida formación académica, hoy puedo escribir cientos de palabras sobre prácticamente cualquier tema sin poseer ni un ápice de información, que es como conseguí un buen trabajo en el periodismo”.
Lo bueno de ser uno de los humoristas más leídos del mundo es que puede decir cualquier cosa sin que nadie pida que lo ahorquen. En Dave Barry cumple 50 años: “nunca debes decirle nada a una mujer que sugiera siquiera remotamente que piensas que está embarazada a menos que puedas ver a un bebé real emergiendo de ella en ese momento”. Sobre la obsesión por la talla: “la principal causa de muerte entre las modelos es la caída por las rejillas de la calle”. Y en Lunáticos: “nunca más volveré a subestimar el poder persuasivo de una mujer con formación jurídica y grandes tetas”.
Las izquierdas lo toleran, pero no lo soportan. Es demasiado gracioso como para no leerlo, y demasiado libre como para que entusiasme a los totalitarios. En Dave Barry es de Marte y Venus, dejó escrito: “Me doy cuenta de que algunos de ustedes pueden ser escépticos sobre la idea de la reencarnación, pero hay muchas evidencias de que es real. La prueba es el vicepresidente Al Gore, quien obviamente, en algún momento de su existencia anterior, fue una losa de formica”.
Uno de sus temas favoritos es la política fiscal: “Cuando el gobierno gasta dinero, crea empleos; mientras que cuando el dinero se deja en manos de los contribuyentes, solo Dios sabe lo que hacen con él. Hornearlo en tartas, probablemente. Cualquier cosa para evitar la creación de empleo”. Sobre las ocurrencias de los políticos: “Su gobierno necesita su dinero para poder brindarle servicios vitales que usted no sería capaz de idear ni un millón de años”. Y en otro lugar describió así el proceso tributario: “Es hora del impuesto sobre la renta otra vez, estadounidenses: hora de recoger esos recibos, sacar esos formularios de impuestos, afilar ese lápiz, y apuñalarse en la aorta”.
Dave Barry, en fin, es incluso insuperable como crítico musical: “Odio el rap, que para mí suena como un montón de tíos enfadados gritando, posiblemente porque la persona que se suponía que debía proporcionarles una melodía nunca apareció”. Y como científico nos ha ofrecido la clase sobre sexualidad más audaz, a partir de la imposibilidad genética de que los hombres preguntemos a un desconocido dónde demonios se encuentra una determinada calle: “los chicos nunca preguntan direcciones. Es algo biológico. Por eso se necesitan varios millones de espermatozoides… para localizar un óvulo femenino, a pesar de que el óvulo es, en relación con ellos, del tamaño de Wisconsin”.
Por supuesto, también es una broma que su escritura se limite a naderías. Predijo de algún modo la nueva izquierda puritana y censora en Vive bien y encuentra la felicidad (aunque la cerveza es mucho más rápida): “Recuerda que no es lo mismo estar ofendido que tener razón”. Y nunca ha faltado a su cita con los asuntos verdaderamente importantes. Así, no hace mucho leí emocionado esta reflexión que hice mía al instante, y que hoy presidente mi escritorio en gruesas letras, clamando justicia por un mañana mejor: “Es inhumano, en mi opinión, obligar a las personas que tienen una necesidad médica genuina de café a esperar en la fila detrás de personas que aparentemente lo ven como una especie de actividad recreativa”.
En fin, leyéndolo parece increíble que su vida haya estado rodeada de tragedias. Dave Barry padeció el alcoholismo de su padre y de su hermano, una hermana esquizofrénica, y una madre con depresión crónica. Una madre que, tras la muerte de su padre, se suicidó después de tres años intentando, sin éxito, asumir la pérdida. A ella dedicó una columna que demuestra que nadie puede hacerte llorar tanto como un humorista: “Lo último que vi hacer a mi madre, justo antes de que bajara hacia su avión, fue girarse y mostrarme una gran sonrisa. No fue una sonrisa de felicidad; fue la misma sonrisa que le doy a mi hijo cuando se asusta al escuchar las noticias y le digo que no se preocupe, que nunca vamos a tener una guerra nuclear. Todavía puedo ver esa sonrisa en cualquier momento que quiera. Cierro los ojos y ahí está. Una mamá, tratando de asegurarle a su hijo que todo va a estar bien”.