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Carta de amor a Libros del Asteroide en tres autoras

Yo estoy enamorada de Libros del Asteroide y eso significa que miro cualquier cosa que publiquen con la misma cara de tonta que miro a mis hijos. Aquí va mi carta de amor en solo tres autoras, que para muestra bien vale un botón. Decía el otro día el editor Miguel Aguilar en una entrevista en The Objective que ser editor consistía, sobre todo, en saber contagiar el entusiasmo por los libros, y que era difícil lograr eso cuando trabajas en una editorial que publica 120 libros al año. Como, por suerte o por desgracia, ese no es uno de mis problemas, me dedicaré a intentar contagiarles a ustedes mi amor por tres escritoras que tienen en común varias cosas: la primera, que cada vez que me termino un libro suyo, me da pena. La segunda, que aunque no tienen nada que ver entre ellas, las tres escriben con inteligencia y sentido del humor. La tercera, que a todas las leí en inglés pero cuando las busqué en español, ¿quién las había publicado? Libros del Asteroide, efectivamente. Vamos allá. 

 

Llegué a Nancy Mitford a través de mi hermana, que la descubrió cuando trabajaba como editora en Círculo de Lectores y la compartió con tantísimo entusiasmo que consiguió enganchar a media familia. Me acuerdo de cómo me bebí, prácticamente, A la caza del amor y Amor en clima frío durante mi viaje de novios, en Argentina. La BBC acaba de adaptar la primera de ellas en una serie que en España emite Movistar. 

 

 

Regalé los ejemplares que llevaba para no cargar con el peso de vuelta, pero recuerdo el sentimiento de orfandad en la librería de Villa la Angostura buscando algo con que sustituirlos. ¿Qué se lee una después de haberse empapado a la Mitford? Tras cientos de páginas inteligentes, graciosas, sorprendentes, todo se me hacía gris y previsible y aburrido. Fueron los primeros libros de Asteroide que me leí, y caí rendida con el diseño y los colores de la colección. 

 

 

Con Barbara Trapido me pasa siempre igual: empiezo sus libros pensando “No entiendo nada, esto debe de ser para alguien que sepa más cosas” pero, a pesar de que soy una profesional de dejar libros a medias sin ningún remordimiento, algo me impulsa a seguir leyendo. A las pocas páginas llega, invariablemente, un momento en el que me he convertido en un personaje más, y voy leyendo cada vez más despacio a medida que avanzo para estirarlos lo más posible y demorar el momento de llegar a la última página. Debo reconocer que nunca he entendido el título de El hermano del famoso Jack, pero también confieso que me da igual, porque me lo pienso volver a leer y ya me enteraré entonces –o ya me lo contarán ustedes si se animan a leerlo–. 

 

Y termino con Laurie Colwin, a la que tengo especial cariño. A mí me pasó en el cambio de adolescente a persona adulta que me quedé sin lecturas; no sabía por dónde tirar. Me empeñaba con mucho tesón en unos tostones pesadísimos guiada por no sé qué consideraciones muy sesudas sobre lo que debía leer, y así viví mis veintipocos años, tirando el dinero en libros infumables y dejándolos sin terminar con una mezcla de frustración y alivio. Por suerte, a lo largo de la vida vamos conociendo a algunas personas que parece que llegan a nosotros con la maravillosa tarea de abrirnos ventanas a unos mundos fantásticos y llenos de libros que habríamos tardado años en descubrir por nuestra cuenta. A Colwin llegué a través de una amiga, la ilustradora Ximena Maier, y en cuanto me la leí tuve bien claro dónde la iba a encontrar editada en español. Hace un par de meses me releí Tantos días felices y Felicidad familiar. Quería ver qué tal estaban las versiones traducidas y, como ya sospechaba, están fenomenal. Ojalá se animen a traducir el resto de sus libros, que siento decir que no son tantos porque tristemente Colwin nos dejó antes de la cuenta. 

 

 

Si les apetece leer a mujeres de criterio y estilo independiente y no les gusta aburrirse, pueden empezar por cualquiera de estas tres señoras. Y si lo que quieren es leer buenas historias, muy bien editadas, entretenidas y con puntos de vista que den algo que pensar, pero lo de que las haya escrito una mujer o un hombre les da exactamente lo mismo, pues también. 

 

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