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Aventuras de Sherlock Holmes 

Hay que estar muy de acuerdo con Borges, que lo explica perfectamente: » Pensar de tarde en tarde en Sherlock Holmes es una de las buenas costumbres que nos quedan. La muerte y las siestas son otras. También es nuestra suerte convalecer en un jardín o mirar la luna » esto sería la biografía del personaje: 

Inglés, madero y drogadicto 

Su padre nunca le quiso, pero es algo que le importó poco, como todo el universo sentimental del ser humano, del que se sentía casi siempre alejado por considerar que desvirtuaba el análisis lógico. No se conocen sus primeros colegios, pero su pensamiento es una buena mezcla de jesuitas con algo de Oxford, que podía encajar sin problemas la razón y la fe: » No hay nada en que sea tan indispensable la lógica como la Religión- decía-.

El buen razonador puede construirla igual que una ciencia exacta. A mí me parece que nuestra certidumbre suprema de la bondad de la Providencia está en las flores.

Todas las demás cosas: nuestras facultades, nuestras ansias, nuestro alimento, son, en realidad, necesarios para nuestra existencia en primera instancia. Pero una cosa constituye un extra. Su aroma y su color son un embellecimiento de la vida, no condición indispensable de ella. Únicamente la bondad da más de lo obligado, y por eso digo que de las flores podemos derivar grandes esperanzas «.

En Holmes se mezclan el afán justiciero de los superhéroes con la brillantez del mejor de los intelectuales. Como si los más cultos personajes de Oscar Wilde fuesen buenas personas, o como si los héroes de Marvel se aficionasen a los libros en vez de a los disfraces estridentes. Porque en Sherlock Holmes, eso sí, la excelencia va unida a la elegancia y a la caballerosidad.

Tiene un hasta punto quijotesco, pero sin Dulcinea, porque considera a la mujer una criatura dotada más para las emociones que para los silogismos. Tenía también sensibilidad de artista, oculta por innecesaria para su tarea de perseguir criminales, pero que se escapaba al acariciar de cuando en cuando su violín. Practicaba con el revólver en el salón, en el mismo sitio donde llevaba a cabo pestilentes experimentos químicos; salía y entraba a cualquier hora, consumía cocaína y se abandonaba a veces a un estado melancólico, casi sin comer y fumando sin parar un tabaco horrible. Por todo esto se debiera promover cuanto antes el proceso de canonización del doctor Watson, porque soportar un compañero de piso de esas características sobrepasa lo heroico.

En alguna ocasión los dos hablaron sobre la inmortalidad, y Holmes expresó su miedo a que la ciencia consiguiese una fórmula para conseguirla. Curiosamente, sin haber vivido nunca, hoy Sherlock Holmes es bastante inmortal, en libros, películas y hasta en los en sonetos malos: 

Enrolaste a un doctor como escudero,

y en un juego genial de ilusionismo,

salió, del interior de tu sombrero

trocado en ideal el practicismo.

Si no lo universal, Londres te debe 

al menos haber hecho perdurable

su esencia de final del diecinueve,

sajona y criminal, pero adorable.

Hiciste Caballero al noble Arturo,

a mil copias resistentes aún invicto,

pero es tu obra más grande, te aseguro,

inspirar las palabras que yo dicto,

y que alabe, sin cobrar un duro,

a un inglés, madero y drogadicto.

Nació en 1887, la imaginación de Arthur Conan Doyle, que trató de matarlo porque le distraía de sus otros proyectos literarios.Tuvo que rectificar y rendirse al Detective.

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