En el 2021 celebraremos, entre otros, el centenario del nacimiento de la escritora barcelonesa Carmen Laforet. Estas efemérides son propicias para releer obras descubiertas en nuestros tiempos mozos o para que aquellos que no las conocían les den una oportunidad; tal y como ocurrió en 2020 con Señora de rojo sobre fondo gris, de Miguel Delibes.
Carmen Laforet no escribió solo Nada, pero sí es su obra más emblemática; concurren en torno a su creación hechos excepcionales que dotan a la novela de un misterio que la trasciende.
A priori se trata “sólo” de la opera prima de una autora de 23 años que gana un premio literario, obtiene un gran éxito de crítica y público, y que se convierte en una de las mejores novelas de la posguerra española. Pero hay más.
Carmen Laforet residió con su familia en Las Palmas de Gran Canaria desde que tenía un año y medio hasta su mayoría de edad. En ese momento (1939), ya huérfana de madre, pide permiso a su padre para viajar a la península y estudiar en la Universidad de Barcelona. Una vez allí, sería acogida por su abuela paterna en el domicilio familiar de la calle Aribau. La vida de Carmen en Barcelona transcurre con tranquilidad, pero ya no es el paraíso que ella recordaba. Los problemas económicos propios de la situación de devastación tras la contienda y un cierto desorden vital actúan como germen de Nada.
Se conserva una carta de 1942 en la que Carmen dice estar preparando una novela. De hecho, compañeros de universidad que la veían escribir, tomar notas y cargar con papeles, le preguntaban que qué hacía. A lo que ella respondía siempre: Nada.
Sin embargo, tras ganar el Nadal, ella declararía que la escribió de febrero a septiembre de 1944, en ocho meses. La realidad es que rehacía y rompía lo escrito desde dos años atrás.
También declararía -en el prólogo de la edición del tomo “Novelas” publicado por Planeta- que “no es como ninguna de mis novelas, autobiográfica, aunque las similitudes entre la protagonista y mi vida lo hayan planteado alguna vez”.
Sin embargo, la familia no acepta bien la publicación de la obra puesto que se ve, con razón, retratada por los cuatro costados.
Nada simboliza y resume la España de los 40; su protagonista se llama Andrea y es una joven de 18 años que llega a Barcelona para estudiar en la universidad tras la guerra civil y es acogida en casa de unos familiares. Es difícil comprarle a Laforet el argumento de que se trata de pura ficción, máxime cuando los personajes retratados pueden encontrar su alter ego en cada uno de sus parientes y amigos. Para empezar, ni siquiera cambia el nombre de la calle: Andrea vive en la casa de su abuela de la calle Aribau. Para seguir, los personajes principales tienen nombre y apellidos en la vida real, de tal modo que la tía Angustias se acerca al perfil (soltera, religiosa, estricta) de alguna tía suya, la criada -tan presentes en la obra de Carmen- también posee las características de la que alguna vez hubiera en su propia casa y Gloria es un calco de su propia madrastra. También se inspira, en “Dick” su primer amor y en su mejor amiga Linka Babecka (Ena en el libro).
En efecto, Carmen traba amistad con Babecka -hija de inmigrantes polacos- en la universidad de Barcelona y cuando ésta decide trasladarse a Madrid, Carmen hace lo propio en un impulso, siendo como era, mujer de lealtades y decepciones extremas. Nada está dedicada a Linka Babecka y al marido de ésta, el pintor Pedro Borrell. A pesar de que Linka encarna uno de los personajes con más peso en la novela, su papel es aún más trascendental en la vida de Carmen y en el destino de la propia obra. Linka fue la primera lectora del manuscrito y la que presentó a Carmen Laforet al periodista Manuel Cerezales, asiduo como ellas a la biblioteca del Ateneo en Madrid. Cerezales posee un pequeño sello editorial pero no publica ficción por lo que, tras leer Nada, impresionado, recomienda a Carmen enviar el texto a un premio de nueva creación: el Nadal.
Así pues, Nada llega a la redacción del diario barcelonés Destino el último día de la convocatoria. Se presentaron en total 26 novelas y a la final llegaron La terraza de los Palau de González Ruano, En el pueblo hay caras nuevas de José Mª Álvarez Blázquez y Nada de Carmen Laforet. El 6 de enero de 1945 se hizo público el fallo de dos votos en contra y tres a favor de Nada. Una desconocida autora de 23 años que hasta entonces vivía con las 200 pesetas que le pasaba su padre, ganaba las 5000 pesetas de la primera edición del Premio Nadal de literatura. La obra, a pesar de tener dos informes divergentes de los comisarios políticos culturales, logra pasar la censura franquista y es publicada por primera vez en mayo de 1945.
Con todo, Carmen Laforet logra recrear en su primera novela la dura vida de posguerra con ambientes asfixiantes y oscuros, y retratando con crudeza las miserias y rencores de personajes heridos. La mezquindad, ruindad y la ambición del ser humano no le son ajenas, del mismo modo que tampoco lo es la orfandad que marcaría su vida para siempre.
La crítica hacia la novela es unánime, los escritores de la época no dudan en alabar la obra de la joven autora e incluso algunos como Azorín, Martín Gaite o Matute mostraron su asombro y se sintieron conmovidos e impresionados por el libro. En algún momento se rumoreó que Juan Ramón Jiménez había despreciado la novela, sin embargo en una carta publicada en el número 25 de la revista Ínsula habla a Carmen de “la belleza tan humana de tu obra” y la llega a comparar con Baroja o el primer Unamuno.
Para Miguel Delibes se trata de “la novela más representativa de la posguerra española, junto con La familia de Pascual Duarte y antecedente del nouveau roman de autores como Robbe-Grillet o Maguerite Duras. Una obra renovadora y pionera de lo que iba a ser el objetivismo de Sánchez Ferlosio y otros autores de la generación de los 50”.
Sin embargo, su mayor valedor siempre fue su amigo, el escritor Ramón J. Sender, quien llegó a compararla con Tolstoi, la calificó de obra maestra y elogió su autenticidad: “Carmen Laforet es una escritora de gran talento y la primera que en la historia española nos da entera y sin disfraz el alma femenina desde dentro”.
Y una, que ha venido aquí a recomendar libros, les va a desaconsejar uno. Si se topan con la biografía de Carmen Laforet escrita por Benjamín Prado, huyan. O vayan con precaución, al menos. Habrá momentos en que se pregunten si el autor no tenía otro espacio para dar su opinión política.
Pero lean Nada. Y después, si quedan atrapados en el universo de la calle Aribau, vayan a la correspondencia entre Sender y Laforet. La encontrarán en Puedo contar contigo.